3 de mayo de 2016

crimen sin respuesta

Miras al cielo, como un niño prohibido a los ojos de su madre, y no encuentras otra cosa que las estrellas que alumbraron tu nacimiento. Olvidas que no está hecha para ti su luz y pierdes el aliento ante su mentira, la que sólo puede resonar en tu falsa pupila fragmentada. Duele, ¿verdad? Ahora eres capaz de ver lo que estaba reservado para nadie y sabes que el verbo no es otra cosa que la arena dura que cubre de frío la superficie mojada del recuerdo.

Ríes, ríes sin saber por qué, pero ríes como caminas y como avanzas a través de este campo ardiente de amapolas voladoras, equilibristas del sentido y malabaristas del óxido de mis cuchillos. Te cortas y del corte nace una unión, un puente, un enlace de luz cárnica (en la carne, sólo en la carne se puede soñar la luz) entre la lengua de mi espalda y el grito de tu frente. Sólo así podrías dibujar un amanecer capaz de sobrevivir al despertar del sueño, sólo así crearías una senda capaz de guiar la fila de hormigas  que quieren gemir en tu boca, morir en tu garganta.

Vibración blasfema de sexo inofensivo,
espejo en el que se peinan nuestras madres,
charcos del sueño del padre,
una mujer en el recuerdo.

Y has muerto sin saber qué has visto, atravesada tu conciencia por un arco inexplicable

[un cometa ha caído
...

y nadie sabe dónde]

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