La niña que fui muere
sepultada
ahogada
bajo el tacón infame que atravesó el aullido
mudo de concesión
una mirada no servirá para cubrir
con mi sangre
la luz dañina del pecado confesado
ante este tribunal
de ausencias
esta mano no podrá
desnudar el llanto del sentir
esta voy no saciará
la sed de muerte tras cada
despertar
para cada avance
una lengua de retroceso divino
-qué solos se quedan los muertos-
No hay comentarios:
Publicar un comentario